domingo, 21 de octubre de 2018

La Delegación de Pastoral Penitenciaria ha celebrado la décima edición de sus jornadas formativas

La Delegación diocesana de Pastoral Penitenciaria de  la diócesis de Asidonia-Jerez, encabezada por su Delegado Francisco Muñoz,  organizó la X EDICIÓN DEL VOLUNTARIADO DE PRISIONES el día 19 de octubre. A pesar de que el tiempo no acompañó por la presencia de la lluvia, eso no amilanó a los más de ochenta voluntarios de la Pastoral Penitenciaria de los tres Centros de Puerto de Santa María, ni a los ocho voluntarios que acudieron desde Sevilla.
La parroquia de San Juan de Dios de Jerez acogió este encuentro en sus magníficas instalaciones donde se desarrolló la ponencia del tema “La prisión Permanente Revisable a la luz del Evangelio”, presentada por el trinitario Pedro Fernández Alejo, Delegado de Pastoral Penitenciaria de Sevilla y Coordinador la P.P. de Andalucía.
En su exposición ofreció las claves del posicionamiento de los miembros de la Pastoral Penitenciaria respecto a la no aceptación de la implantación de la Ley Orgánica 1/2015, de 30 marzo de modificación del Código Penal que introdujo la prisión permanente revisable como “una nueva pena…para supuestos de excepcional gravedad…en los que está justificada una respuesta extraordinaria mediante la imposición de una pena de prisión de duración indeterminada (prisión permanente), si bien sujeta a un régimen de revisión:…”.
A parte de los argumentos jurídicos que avalan la no necesidad y la posible  inconstitucionalidad de la imposición de esta nueva ley en el Código Penal español, está el planteamiento que, desde la ética humana y desde el Evangelio de la misericordia y el perdón que nos dejó Jesucristo, no cabe una legitimación de la aceptación de la Prisión permanente para una conciencia cristiana.
La Pastoral Penitenciaria representa en los Centros Penitenciarios y ante los privados de libertad la imagen de Jesucristo y de su Iglesia que es, sobre todo, misericordiosa y samaritana, que entiende más de perdón y compasión que de castigo y venganza, que cree y defiende al preso como persona capaz de cambiar, de convertirse, como el ladrón arrepentido en la cruz con Jesús, que el preso es un hijo de Dios y lo acogemos y acompañamos, aunque alguno realice actos especialmente repugnantes de crueldad, que aceptamos a la persona en la cárcel para ofrecerle el perdón y la ternura del Padre Dios que en Cristo le abraza en su misericordia.
Procuramos mirar al pecador con bondad y ternura. «El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra». La Pastoral Penitenciaria quiere emular a Jesús que sale al encuentro de la oveja perdida, que abraza en el amor misericordioso al hijo pródigo, que sale a las afueras de la ciudad donde están las cárceles para llevarles la alegría del Evangelio, y no solo para “visitar” al preso, sino para estar a su lado y acompañarle, para ofrecerle el perdón y la reconciliación de parte de Jesús, para guiarle en el proceso de su integración en la familia y la sociedad una vez recuperada la libertad.
Y con la misma intensidad se acoge y acompaña a las víctimas que sufren la acción directa de comportamientos vejatorios, ofensivos, degradantes y crueles. La pasión de las víctimas no deja indiferente a ningún miembro de la Pastoral Penitenciaria.
          La Pastoral Penitenciaria no solo centra su misión evangelizadora en la cárcel, también  prolonga su actividad en una tarea de sensibilización a los cristianos y a la sociedad, haciéndose presente en las estructuras eclesiales de parroquias, grupos y movimientos, para llegar a pensar y sentir desde un mismo criterio evangélico a la hora de estar al lado de los pobres y marginados, de los excluidos y rechazados por nuestra sociedad. Solo nos basta con releer y personalizar la parábola del juicio final para sentirnos identificados con Cristo y su Evangelio y para percibir más de cerca nuestra propia participación en el Reino de los bienaventurados (Mt 25,31ss).