Damos gracias a Dios porque ha permitido que las monjas
contemplativas de nuestra diócesis, de diferente carisma y nacionalidad,
estuviéramos unidas en un mismo Espíritu celebrando con alegría y fervor el
Misterio de la Santísima Trinidad, donde cantamos juntas: “Lo pequeño se anega
en lo infinito”, estas palabras me parecen propias para todo cristiano pero en
especial para esta vida silenciosa, sencilla
y oculta dedicada especialmente a la oración: la vida contemplativa que
se celebra en este gran día.
Unidas con María cantamos las Vísperas solemnes que presidió
Don Antonio, en compañía de nuestro
Visitador Don Ramón Mera.
Disfrutamos de la presencia de Jesús Sacramentado en la casa
de nuestras queridas hermanas del Santísimo Sacramento un grupo considerable de
Agustinas, Clarisas, Carmelitas, Mercedarias, Dominicas y nosotras las Monjas
Comendadoras del Espíritu Santo, que consideramos este día de vital importancia
porque nuestro fundador el Bto. Guido de Montpellier nos dejó la siguiente
consigna: “El Culto a la Augusta Trinidad sea tu principal ocupación, entre
todas tus ocupaciones”, todos los días y en todo momento hemos de glorificar a
la Santísima Trinidad, pero hoy lo hemos hecho unidas a nuestras demás
hermanas.
El Reverendo Padre Don Antonio nos dirigió unas palabras
recordándonos lo importante que es nuestra vocación contemplativa de intimidad
con Cristo para la Iglesia, aunque la sociedad funcionalista actual no valore
este estado de vida.
Después renovamos nuestros votos de obediencia, castidad y
pobreza en presencia de Jesús Sacramentado, y una a una pusimos a sus pies
nuestra vela con la intención de
permanecer siempre en su presencia irradiando su luz, tal como lo dice
el salmo 34, lema de esta jornada: “Contempladlo y quedaréis radiantes” así
como “La contemplación, luz de la Nueva Evangelización”.
Creemos que la vida de oración tiene una manera misteriosa
de iluminar el mundo, porque Cristo es la luz del mundo y quien se une a él,
trasmite su luz. Una prueba de esto es que terminando nuestras Vísperas
Solemnes disfrutamos de la presencia del Señor en las hermanas en una agradable
convivencia tal como dice el salmo 133 “¡Mirad que estupendo, gustad que
alegría el amor entre los hermanos”, y donde hay amor ahí esta Dios.
Con alegría regresamos a nuestros Monasterios para continuar
celebrando en nuestras propias casas la alegría de ser hijas de Dios y la
alegría de ser hermanas.
Hemos querido compartir esto con todos vosotros y recordaros
que siempre estáis presentes en nuestras oraciones.
Monjas de la Orden Sancti Spiritus.
El Puerto de Santa María