La Delegación diocesana de Pastoral
Penitenciaria de la diócesis de
Asidonia-Jerez, encabezada por su Delegado Francisco Muñoz, organizó la X EDICIÓN DEL VOLUNTARIADO DE
PRISIONES el día 19 de octubre. A pesar de que el tiempo no acompañó por la
presencia de la lluvia, eso no amilanó a los más de ochenta voluntarios de la
Pastoral Penitenciaria de los tres Centros de Puerto de Santa María, ni a los
ocho voluntarios que acudieron desde Sevilla.
La parroquia de San Juan de Dios de Jerez
acogió este encuentro en sus magníficas instalaciones donde se desarrolló la
ponencia del tema “La prisión Permanente Revisable a la luz del Evangelio”,
presentada por el trinitario Pedro Fernández Alejo, Delegado de Pastoral
Penitenciaria de Sevilla y Coordinador la P.P. de Andalucía.
En su exposición ofreció las claves del
posicionamiento de los miembros de la Pastoral Penitenciaria respecto a la no
aceptación de la implantación de la Ley Orgánica 1/2015, de
30 marzo de modificación del Código Penal que introdujo la prisión permanente
revisable como “una nueva pena…para supuestos de excepcional gravedad…en los
que está justificada una respuesta extraordinaria mediante la imposición de una
pena de prisión de duración indeterminada (prisión permanente), si bien
sujeta a un régimen de revisión:…”.
A parte de los argumentos jurídicos que
avalan la no necesidad y la posible inconstitucionalidad
de la imposición de esta nueva ley en el Código Penal español, está el
planteamiento que, desde la ética humana y desde el Evangelio de la
misericordia y el perdón que nos dejó Jesucristo, no cabe una legitimación de
la aceptación de la Prisión permanente para una conciencia cristiana.
La Pastoral Penitenciaria representa en los
Centros Penitenciarios y ante los privados de libertad la imagen de Jesucristo
y de su Iglesia que es, sobre todo, misericordiosa y samaritana, que entiende
más de perdón y compasión que de castigo y venganza, que cree y defiende al
preso como persona capaz de cambiar, de convertirse, como el ladrón arrepentido
en la cruz con Jesús, que el preso es un hijo de Dios y lo acogemos y
acompañamos, aunque alguno realice actos especialmente repugnantes de crueldad,
que aceptamos a la persona en la cárcel para ofrecerle el perdón y la ternura
del Padre Dios que en Cristo le abraza en su misericordia.
Procuramos mirar al pecador con bondad y ternura.
«El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra». La Pastoral
Penitenciaria quiere emular a Jesús que sale al encuentro de la oveja perdida, que
abraza en el amor misericordioso al hijo pródigo, que sale a las afueras de la
ciudad donde están las cárceles para llevarles la alegría del Evangelio, y no
solo para “visitar” al preso, sino para estar a su lado y acompañarle, para
ofrecerle el perdón y la reconciliación de parte de Jesús, para guiarle en el
proceso de su integración en la familia y la sociedad una vez recuperada la
libertad.
Y con la misma intensidad se acoge y
acompaña a las víctimas que sufren la acción directa de comportamientos
vejatorios, ofensivos, degradantes y crueles. La pasión de las víctimas no deja
indiferente a ningún miembro de la Pastoral Penitenciaria.
La
Pastoral Penitenciaria no solo centra su misión evangelizadora en la cárcel,
también prolonga su actividad en una
tarea de sensibilización a los cristianos y a la sociedad, haciéndose presente
en las estructuras eclesiales de parroquias, grupos y movimientos, para llegar
a pensar y sentir desde un mismo criterio evangélico a la hora de estar al lado
de los pobres y marginados, de los excluidos y rechazados por nuestra sociedad.
Solo nos basta con releer y personalizar la parábola del juicio final para
sentirnos identificados con Cristo y su Evangelio y para percibir más de cerca
nuestra propia participación en el Reino de los bienaventurados (Mt 25,31ss).