Los seres humanos somos el producto de la unión de un hombre y una mujer, por tanto cada persona, en buena medida, es su padre y su madre a la vez. Y por ello son los padres los más adecuados y legitimados para proveer las necesidades alimenticias, educativas y de todo tipo de los hijos hasta el momento de su independencia personal.
La familia natural tal y como la hemos expuesto era algo incuestionable hasta hace relativamente poco. Sin embargo, en la actualidad, afirmar las excelencias y conveniencia del mantenimiento del modelo de familia natural está comenzando a ser mal visto e incluso criticado desde posiciones ideológicas encumbradas en importantes ámbitos del poder social y político.
El Derecho reguló el matrimonio como la mejor forma de enmarcar jurídicamente la relación entre hombre y mujer con vocación de multiplicarse. Matrimonio (matri-monium) era inicialmente en el Derecho Romano el derecho que adquiría la mujer que contrae el matri-monium para poder tener hijos dentro de la legalidad. Desde un principio, pues, se concibió el matrimonio como marco ideal a partir del cual crear una familia.
Nuestro Señor Jesucristo elevó a la dignidad de sacramento entre bautizados la alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de vida ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación, cuidado y educación de los hijos.
La familia que se ha conformado a partir del matrimonio de dos personas de distinto sexo con vocación de procrear supone para la sociedad un puntal fundamental. En los cimientos de cualquier sociedad justa y libre hay familias fuertes y unidas por el afecto.
Por ello cualquier programa destinado a la alienación del individuo y a la sustracción de su libertad tiene que pasar necesariamente por un ataque destructivo contra la familia tal y como la hemos concebido. En el reciente pasado hemos sido testigos de ataques frontales por parte de los sistemas totalitarios nazi y comunista que han intentado sustituir la familia por el estado con el resultado deplorable que todos conocemos.
Hoy los ataques son menos directos, más sutiles, pero quizás más letales. Los poseedores de la máquina legislativa, con la excusa de reconocer derechos, están vertiendo ácido en las raíces de la institución familiar. Y así vemos:
- Divorcio Express. La actual redacción de los artículos 86 y 81 del Código Civil, permite a cualquiera obtener la disolución de su vínculo conyugal sin más requisito que estar previamente casado. De facto convierte el matrimonio en un acuerdo social eventual que puede ser eliminado a voluntad de uno de los socios.
- Matrimonio homosexual. Aunque el art. 32.1 de la Constitución dice textualmente que “El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica” y a pesar de que a los constituyentes del 78 no se le pasó por las mientes un matrimonio entre individuos del mismo sexo; se ha retorcido de tal manera el derecho constitucional que ahora personas del mismo sexo pueden contraer “matri-monium”, cosa etimológica y conceptualmente imposible. Puestos a retorcer el contenido del art. 32 de la Constitución, no habría problemas en legalizar la poligamia y la poliandria.
- Derecho al aborto. El aborto deja de ser una criticable solución a unos determinados problemas (salud, violación, etc…) para convertirse en un derecho de las mujeres embarazadas a las que se le concede la libertad de permitir o no que la vida del nasciturus siga adelante. Se concede un derecho a la pena de muerte de tal manera que los niños que nazcan en el futuro deberán su vida no a su derecho natural a nacer sino a la aplicación de un indulto materno sobre su vida.
- Eliminación del derecho de los padres de elegir el tipo de enseñanza que desean para sus hijos. Aquellos niños que sean indultados de la pena de muerte que supone el aborto, se les encauza desde muy pequeñitos por la vía de la enseñanza que el dirigente político de turno estime más pertinente. Para ello se introducen asignaturas que sustituyen a la familia en la formación moral y ética, al tiempo que se pretende reducir el ámbito de influencia de la Iglesia en la educación de los hijos de las familias católicas.
- Insistencia en la existencia de muchos modelos de familia y que todos son igualmente válidos. Lo cual en la práctica supone deslizar la idea de que la familia natural es una antigualla superada por la historia.
Por este camino, llegará el día en que cuando nos miremos al espejo no reconoceremos los rasgos físicos de nuestros antecesores. En nuestras bibliotecas no veremos libros que pertenecieran a nuestros mayores. Y cuando miremos a nuestros hijos, si es que los conocemos, no sabremos darle un beso ni una muestra de afecto porque nadie nos enseñó a hacerlo.
Hay cosas que no tienen repuesto. La familia es una de ellas. Si no reaccionamos a tiempo la libertad e, incluso, la cordura de los hombres sufrirán un terrible desperfecto. De ello es signo la frecuencia con la que se producen graves incidentes de orden público protagonizados por adolescentes en las madrugadas de muchas ciudades de España.
Que José, María y el Niño Jesús nos ayuden a evitarlo.