Sala del Consistorio
Lunes 3 de marzo de 2014
Lunes 3 de marzo de 2014
Queridos hermanos,
agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos el
Presidente de la Conferencia Episcopal Española, y que expresan vuestro firme
propósito de servir fielmente al Pueblo de Dios que peregrina en España, donde
arraigó muy pronto la Palabra de Dios, que ha dado frutos de concordia, cultura
y santidad. Lo queréis resaltar de manera particular con la celebración del ya
cercano V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, primera doctora de
la Iglesia.
Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de
muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona
a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar
vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y
que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad.
Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes
están encomendados a nuestros cuidados pastorales (cf. Exhort. ap.
Evangelii
gaudium, 68).
A los obispos se les confía la tarea de hacer germinar estas semillas
con el anuncio valiente y veraz del evangelio, de cuidar con esmero su
crecimiento con el ejemplo, la educación y la cercanía, de armonizarlas en el
conjunto de la «viña del Señor», de la que nadie puede quedar excluido. Por eso,
queridos hermanos, no ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al evangelio,
que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su
interior: a Cristo como amigo y hermano.
No será difícil encontrar estos caminos si vamos tras las huellas del Señor, que
«no ha venido para que le sirvan, sino para servir» (Mc 10,45); que supo
respetar con humildad los tiempos de Dios y, con paciencia, el proceso de
maduración de cada persona, sin miedo a dar el primer paso para ir a su
encuentro. Él nos enseña a escuchar a todos de corazón a corazón, con ternura y
misericordia, y a buscar lo que verdaderamente une y sirve a la mutua
edificación.
En esta búsqueda, es importante que el obispo no se sienta solo, ni crea
estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada
tiene olfato para las cosas de Dios. Especialmente sus colaboradores más
directos, los sacerdotes, por su estrecho contacto con los fieles, con sus
necesidades y desvelos cotidianos. También las personas consagradas, por su rica
experiencia espiritual y su entrega misionera y apostólica en numerosos campos.
Y los laicos, que desde las más variadas condiciones de vida y respectivas
competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia (cf. Conc. Ecum. Vat. II,
Const.
Lumen gentium, 33).
Asimismo, el momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada
vez más escasas y no faltan dificultades para su transmisión, exige poner a
vuestras Iglesias en un verdadero estado de misión permanente, para llamar a
quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en los niños. Para ello
no dejéis de prestar una atención particular al proceso de iniciación a la vida
cristiana. La fe no es una mera herencia cultural, sino un regalo, un don que
nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la
nueva vida que nos ofrece. Esto requiere anuncio incesante y animación
constante, para que el creyente sea coherente con la condición de hijo de Dios
que ha recibido en el bautismo.
Despertar y avivar una fe sincera, favorece la preparación al
matrimonio
y el acompañamiento de las familias, cuya vocación es ser lugar nativo
de
convivencia en el amor, célula originaria de la sociedad, transmisora de
vida e
iglesia doméstica donde se fragua y se vive la fe.Una familia
evangelizada es un valioso agente de evangelización, especialmente
irradiando las maravillas que Dios ha obrado en ella. Además, al ser por
su
naturaleza ámbito de generosidad, promoverá el nacimiento de vocaciones
al
seguimiento del Señor en el sacerdocio o la vida consagrada.
El año pasado publicasteis el documento “Vocaciones sacerdotales para el
siglo XXI”, señalando así el interés de vuestras Iglesias particulares en la
pastoral vocacional. Es un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como
absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección
de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores
competentes.
Queridos hermanos, ahora que estáis reunidos en la Visita ad limina
para manifestar los lazos de comunión con el Obispo de Roma (cf. Conc. Ecum. Vat. II,
Const.
Lumen gentium, 22), deseo agradeceros de todo corazón vuestro
servicio al santo pueblo fiel de Dios. Seguid adelante con esperanza. Poneos al
frente de la renovación espiritual y misionera de vuestras Iglesias
particulares, como hermanos y pastores de vuestros fieles, y también de los que
no lo son, o lo han olvidado. Para ello, os será de gran ayuda la colaboración
franca y fraterna en el seno de la Conferencia Episcopal, así como el apoyo
recíproco y solícito en la búsqueda de las formas más adecuadas de actuar.
Os pido, por favor, que llevéis a los queridos hijos de España un
especial saludo del Papa, que los confía a los maternos cuidados de la Santísima
Virgen María, les suplica que recen por él y les imparte su Bendición.