Jerez de la Frontera, 18 de marzo de 2011
El lema para la campaña del Día del Seminario de este año se hace eco de unas palabras del Papa que podíamos leer en la Carta de Convocación del pasado Año Sacerdotal. El sacerdote no solamente es un bien necesario para la Iglesia, sino también un don precioso para el mundo. Una afirmación sencilla pero que a su vez apunta a la esencia misma de lo que significa el ministerio sacerdotal, en su origen y en su misión.
El sacerdocio, en efecto, es un don al constituir el instrumento querido por Dios para a través de él, comunicar la Palabra de la salvación y la gracia santificante a la Iglesia y en ella y por ella a todos los hombres. Justamente porque es un don divino, ha de ser recibido, valorado, agradecido y cuidado con todo esmero en la Iglesia. Al fin y al cabo el sacerdocio ministerial supone la prolongación del único sacerdocio de Cristo, del que depende también la condición sacerdotal de todo los bautizados pero en un modo diverso, no sólo de grado, ya que la configuración del sacerdote con Jesucristo no se circunscribe al ejercicio de unas actividades concretas, sino que constituye una unidad de ser.
Esta idea la ha recordado Benedicto XVI reciente y reiteradamente. En efecto, nadie puede modificar las condiciones propias del ministerio sacerdotal que la Iglesia ha recibido como sacramento instituido por Cristo en la forma en que ella lo realiza por el poder del Espíritu Santo en la imposición de manos del Obispo, sucesor de los Apóstoles. Del mismo modo, nadie es capaz de generar la llamada divina que está en la raíz misma de cada ministerio sacerdotal. Sólo Dios llama y sólo aquel que es llamado tiene la posibilidad y la capacidad de responder a esa llamada. Ahora bien, a la Iglesia en su conjunto y a cada cristiano en particular compete el favorecer, suscitar, promover y apoyar “sean cada vez más numerosas las vocaciones que Dios esparce en el campo de la Iglesia”. Aquí radica de hecho el sentido de esta campaña que cada año dedica la Iglesia a la atención de las vocaciones sacerdotales. Es cierto que no podemos “fabricar” vocaciones, ni debemos intentarlo siquiera, pero también lo es que, en nuestra mano está el llevar a cabo la mediación de la Iglesia en el crecimiento de estas vocaciones en cantidad y calidad de modo que éstas puedan llegar a buen fin según la voluntad de Dios.
Este año, además, coincide la campaña del Día del Seminario con dos acontecimientos, uno diocesano y otro universal que le añaden un especial significado. El primero tiene que ver con la celebración de los veinticinco años de la fundación de nuestro Seminario Diocesano de San Juan de Ávila. El segundo viene dado por la feliz coincidencia de la campaña con la llegada de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud que celebraremos en Madrid el próximo mes de agosto. Con toda seguridad este evento eclesial de la máxima relevancia va a significar un impulso vocacional para los Seminarios de España como lo ha sido ya en otros países donde ya ha tenido lugar en pasadas ediciones. Con este convencimiento de que se trata de una ocasión muy propicia para el fomento de las vocaciones, tanto la delegación diocesana de Pastoral Juvenil como la de Pastoral Vocacional han programado distintas actividades. Así, me permito recordar que el mismo día de san José D.m. se celebrará en la Catedral la Ordenación diaconal del seminarista Pablo A. Gómez Mateos a las 12.30 horas. El martes siguiente a las 21.00 h la Cruz de la JMJ llegará al Seminario donde tendremos una Vigilia juvenil que se prolongará con turnos de vela durante toda la noche. Al día siguiente a las 20.00 h en la Eucaristía Solemne con los jóvenes, serán instituidos para el ministerio del Acolitado tres seminaristas dentro de su camino de preparación al sacerdocio.
Esperando que la participación en todas estas actividades nos ayuden a fomentar las vocaciones sacerdotales, os invito a pedir al Señor que “envíe obreros a su mies” (Mt 9,38) y a colaborar materialmente en el sostenimiento del seminario, que el próximo fin de semana se concreta en la colecta del Día del Seminario que garantiza, por una parte, los medios para una óptima formación de los candidatos y por otro el hecho de que ninguna vocación se malogre por falta de recursos económicos.
Por último, quiero dar las gracias a todos aquellos que más directamente trabajan por el crecimiento de nuestro seminario diocesano: los profesores, los formadores y los bienhechores que de tantos modos nos ayudan, así como a la Delegación de Pastoral Vocacional. Gracias también a los sacerdotes, familias, catequistas, educadores y a cuantos favorecéis que los jóvenes puedan descubrir y seguir la llamada del Señor al ministerio sacerdotal.
Apoyado en María, Madre de la Iglesia y bajo la intercesión de San José, pido al Señor que bendiga nuestra diócesis con muchas y santas vocaciones sacerdotales.
Recibid mi afecto y bendición,
El sacerdocio, en efecto, es un don al constituir el instrumento querido por Dios para a través de él, comunicar la Palabra de la salvación y la gracia santificante a la Iglesia y en ella y por ella a todos los hombres. Justamente porque es un don divino, ha de ser recibido, valorado, agradecido y cuidado con todo esmero en la Iglesia. Al fin y al cabo el sacerdocio ministerial supone la prolongación del único sacerdocio de Cristo, del que depende también la condición sacerdotal de todo los bautizados pero en un modo diverso, no sólo de grado, ya que la configuración del sacerdote con Jesucristo no se circunscribe al ejercicio de unas actividades concretas, sino que constituye una unidad de ser.
Esta idea la ha recordado Benedicto XVI reciente y reiteradamente. En efecto, nadie puede modificar las condiciones propias del ministerio sacerdotal que la Iglesia ha recibido como sacramento instituido por Cristo en la forma en que ella lo realiza por el poder del Espíritu Santo en la imposición de manos del Obispo, sucesor de los Apóstoles. Del mismo modo, nadie es capaz de generar la llamada divina que está en la raíz misma de cada ministerio sacerdotal. Sólo Dios llama y sólo aquel que es llamado tiene la posibilidad y la capacidad de responder a esa llamada. Ahora bien, a la Iglesia en su conjunto y a cada cristiano en particular compete el favorecer, suscitar, promover y apoyar “sean cada vez más numerosas las vocaciones que Dios esparce en el campo de la Iglesia”. Aquí radica de hecho el sentido de esta campaña que cada año dedica la Iglesia a la atención de las vocaciones sacerdotales. Es cierto que no podemos “fabricar” vocaciones, ni debemos intentarlo siquiera, pero también lo es que, en nuestra mano está el llevar a cabo la mediación de la Iglesia en el crecimiento de estas vocaciones en cantidad y calidad de modo que éstas puedan llegar a buen fin según la voluntad de Dios.
Este año, además, coincide la campaña del Día del Seminario con dos acontecimientos, uno diocesano y otro universal que le añaden un especial significado. El primero tiene que ver con la celebración de los veinticinco años de la fundación de nuestro Seminario Diocesano de San Juan de Ávila. El segundo viene dado por la feliz coincidencia de la campaña con la llegada de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud que celebraremos en Madrid el próximo mes de agosto. Con toda seguridad este evento eclesial de la máxima relevancia va a significar un impulso vocacional para los Seminarios de España como lo ha sido ya en otros países donde ya ha tenido lugar en pasadas ediciones. Con este convencimiento de que se trata de una ocasión muy propicia para el fomento de las vocaciones, tanto la delegación diocesana de Pastoral Juvenil como la de Pastoral Vocacional han programado distintas actividades. Así, me permito recordar que el mismo día de san José D.m. se celebrará en la Catedral la Ordenación diaconal del seminarista Pablo A. Gómez Mateos a las 12.30 horas. El martes siguiente a las 21.00 h la Cruz de la JMJ llegará al Seminario donde tendremos una Vigilia juvenil que se prolongará con turnos de vela durante toda la noche. Al día siguiente a las 20.00 h en la Eucaristía Solemne con los jóvenes, serán instituidos para el ministerio del Acolitado tres seminaristas dentro de su camino de preparación al sacerdocio.
Esperando que la participación en todas estas actividades nos ayuden a fomentar las vocaciones sacerdotales, os invito a pedir al Señor que “envíe obreros a su mies” (Mt 9,38) y a colaborar materialmente en el sostenimiento del seminario, que el próximo fin de semana se concreta en la colecta del Día del Seminario que garantiza, por una parte, los medios para una óptima formación de los candidatos y por otro el hecho de que ninguna vocación se malogre por falta de recursos económicos.
Por último, quiero dar las gracias a todos aquellos que más directamente trabajan por el crecimiento de nuestro seminario diocesano: los profesores, los formadores y los bienhechores que de tantos modos nos ayudan, así como a la Delegación de Pastoral Vocacional. Gracias también a los sacerdotes, familias, catequistas, educadores y a cuantos favorecéis que los jóvenes puedan descubrir y seguir la llamada del Señor al ministerio sacerdotal.
Apoyado en María, Madre de la Iglesia y bajo la intercesión de San José, pido al Señor que bendiga nuestra diócesis con muchas y santas vocaciones sacerdotales.
Recibid mi afecto y bendición,
+ José Mazuelos Pérez
Obispo Asidonia-Jerez
Obispo Asidonia-Jerez